Ahora resulta casi impensable, pero desde los años setenta hasta principios de los ochenta, los discos de vinilo se exploraron como medio para almacenar datos informáticos, incluidos los videojuegos. Algunas revistas de la época adjuntaban flexi discs repletos de códigos: discos de plástico finos como el papel cuya información se podía introducir en los ordenadores domésticos desde un tocadiscos normal y corriente, llevando mágicamente un juego a la pantalla. Mucho antes de que Travis Scott atrajera a 12 millones de jugadores a un concierto alojado en Fortnite, hubo una unión entre un desarrollador de juegos británico, una revista y un acto pop que marcó el comienzo de la intersección entre las industrias de la música y los juegos.